Por Antonio “Tony” Fenoy (*).- Hoy, resurrección es igual a insurrección.
Transitamos estos días en los que hacemos memoria del asesinato político de Jesús de Nazaret a manos de los poderes económicos, políticos y religiosos de su tiempo, y de su resurrección, la seguridad que tenemos de que sigue vivo en todos los proyectos populares, de liberación y de construcción de una sociedad nueva, justa, fraterna, sororal e igualitaria.
Hoy vivimos tiempos de muerte, crueldad y sadismo en nuestra Patria, expresado en un gobierno que goza con el dolor de lxs trabajadoras y trabajadores despedidos, que disfruta porque el pueblo pasa hambre, que vive exultante la situación de nuestros jubilados y jubiladas que terminan sus días en la extrema pobreza, que hace la vista gorda ante los enfermos oncológicos que no pueden recibir su medicación y se mueren. Tenemos un pueblo crucificado por los nuevos Herodes y los nuevos Pilatos.
Pero lo más inquietante y preocupante es la pasividad, la resignación y la falsa esperanza de las víctimas de estas políticas, y la quietud de dirigentes que esperan no sabemos qué momento o qué revelación divina para enfrentarse definitivamente a estos mercaderes de la muerte.
¿Qué pasa con la conciencia de nuestro pueblo? ¿Por qué no reacciona frente a tanto atropello y tanta locura? ¿Hay posibilidad de resurrección cuando somos simples observadores de la realidad y no hacemos nada para cambiarla?
Dice Rubén Dri que sólo resucitan aquellos pueblos que se insurreccionan, que la insurrección es condición necesaria para la resurrección. Y estos tiempos no son aptos para la moderación, para la espera ni para la prudencia que es la máscara de la complicidad.
Este es un gobierno que hace de la violencia su método político. Todas sus medidas son violentas y generan un ambiente irrespirable en nuestro país, un ambiente de enfermedad y muerte.
Sólo nos queda enfrentarlos como pueblo organizado. No hay otra posibilidad. Ni la política institucional ni el diálogo son los caminos en este momento. Es tiempo de insurrección. Tenemos que pasar de una conciencia democrática a una conciencia revolucionaria que sea capaz de generar una alternativa popular frente a tanta devastación. Y si nuestros dirigentes no están a la altura, quedarán en el camino.
La Pascua es el paso de la muerte a la vida, la derrota de una cultura de la muerte para dar lugar a una Patria justa, libre y soberana. Para eso, hay que enfrentar a este gobierno con todas las armas posibles hasta derrotarlo, hasta que se vaya.
Hoy, resurrección es igual a insurrección. Que Jesús resucitado acompañe la lucha de nuestro pueblo hacia la liberación definitiva.
(*) Coordinador del Colectivo de Teología de la Liberación “Pichi Meisegeier”
Nota de opinión de fecha 30 de marzo 2024 enviada por Carlos Hermida al director de Cadena BA