Por Gustavo Zadonardi (*)
El sábado 11 de marzo se cumplirá medio siglo del triunfo electoral de Héctor J. Cámpora, en 1973. El Frente de Todos realizará un acto en su honor bajo la consigna «Luche y vuelve» con la intención de trazar un paralelo entre la proscripción que sufrió el Partido Justicialista entre 1955 y 1973 y la «proscripción» de la condenada Cristina Kirchner.
Luche y vuelve en blanco y negro
Luche y vuelve fue un grito de guerra que adoptaron los peronistas desde la caída de su líder, en septiembre de 1955 que incluyó un exilio de 18 años y una interdicción para los candidatos de su partido. Luche y vuelve es una marca registrada de la grieta del segunda mitad del siglo XX, más violenta que la de hoy.
Luche y vuelve es un boleto a un país en blanco y negro, que pese a las dificultades que existían entonces, tenía indicadores económicos mejores que los de hoy. Esa Argentina gobernada por los militares era un país cuyo cielo estaba invadido por las chimeneas de las fábricas. En 1973 sobraba empleo y el salario de un trabajador alcanzaba para soñar con la casa propia. Era una Argentina Potencia.
Hasta el 24 de mayo 1973 la subversión no era un problema. Se había creado la Cámara Federal Penal, con competencia en asuntos vinculados a la guerrilla y se había alcanzado una importante cantidad de terroristas condenados con las garantías del debido proceso.
El 25 de mayo de 1973 Héctor J. Cámpora se sentó en el Sillón de Rivadavia, pero «el Tío» no era el hombre indicado para estar en ese lugar.
Cámpora era un pusilánime. Un hombre sin personalidad, cuya mayor virtud era la de ser un histórico obsecuente de Perón. En su primer día de gobierno ese minúsculo individuo liberó a los terroristas legalmente detenidos. Desde ese día las calles del país se inundaron de violentos que se levantaron en armas contra el orden institucional.
Ese hombre fue el máximo responsable del horror que significó el renacimiento de la subversión. Apenas dos años después de ese 25 de mayo, el mismo peronismo convocaba a las Fuerzas Armadas para aniquilar a la subversión. Muchos años después de su paso por la presidencia, el kirchnerismo lo colocó en un altar llamando «La Cámpora» a una rama que alguna vez fue juvenil, pero que hoy huele a naftalina.
A pesar de que el kirchnerismo quiere mirar por el espejo retrovisor, el contexto es diferente. Hoy tenemos un Argentina quebrada, gobernada por ese camporismo tardío en 16 de los últimos 20 años, con ciudades tomadas por el narcotráfico, con un 40% de pobreza y con la economía detonada. Ojalá la Argentina de hoy fuera como la de 1973, porque con el general Alejandro Agustín Lanusse se vivía mucho mejor que con Cristina.
Luche y vuelve en HD
Media centuria después de su triunfo, Cámpora será homenajeado por sus herederos. El kirchnerismo organizará en Avellaneda un acto para exigir que la «proscripción» de Cristina Kirchner quede sin efecto, y al mismo tiempo, convencerla para que acepte ser la candidata presidencial del Frente de Todos. La consigna del acto es Luche y Vuelve ¿Cuál si no? que se convierte en una mentira para que la gente crea que Cristina es víctima y no victimaria.
Al igual que los camporistas de 1973, el Frente de Todos admira al modelo que redujo a los cubanos a condiciones de vida miserables. Cuba condena con 20 años de cárcel a los que salen a protestar a la calle. Eso es lo que querían antes y lo que quieren ahora para nuestro país: una vanguardia iluminada que nos obligue a vivir entre la postración económica y el autoritarismo extremo.
Para muestras basta un botón: este martes iba a tener lugar la presentación del libro «La estafa de los desaparecidos», cuyo autor es el periodista José D’angelo. El acto se iba a realizar en un salón de la Biblioteca del Congreso y estaba prevista la participación del reconocido politólogo Rosendo Fraga y del diputado Alberto Assef, de Juntos por el Cambio. En el día de ayer el área de Ceremonial de la biblioteca suspendió la presentación. ¿Por qué? Porque al Frente de Todos no le conviene que este libro se conozca.
El Frente de Todos no es democrático porque alberga en sus filas a elementos que no lo son. Militantes que asumen con orgullo el pasado manchado con la sangre de las víctimas de la subversión no están en condiciones de reclamar memoria, verdad y justicia, porque no puede haber ninguna de las tres si no es con base en la realidad objetiva.
El Frente de Todos no es democrático porque no acepta las reglas de juego y busca cambiarlas cuando va perdiendo. La embestida contra el Poder Judicial es una asignatura pendiente del segundo mandato de Cristina, cuando la amable propuesta de «democratizar» la justicia, era una máscara para ocultar la verdadera intención: colonizarla para evitar situaciones incómodas en el futuro.
Hoy cantan otra letra, pero con la misma melodía. Ya no gritan «fusiles y machetes, por otro 17» ni tienen un adversario de peso enfrente como para cantar «atención, atención. Se corre la bolilla que Lanusse es maricón». Ahora son «los pibes para la liberación«. Pero las intenciones de arrasar con todo, silenciar a los disidentes y lograr la ansiada impunidad de la jefa, son las mismas.
(*) Periodista
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