Monseñor Colombo respaldó comunicado de la Pastoral de Diversidad de Mendoza y dijo: «La justicia social es una respuesta de toda la sociedad frente a la fragilidad de sus miembros y no es una monstruosidad o una aberración como se dice»
La Pastoral de la Diversidad Sexual del Arzobispado de Mendoza emitió una declaración en apoyo a la convocatoria realizada por la comunidad LGTBIQ+ (lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, intersexuales y queer) e invitó a participar de la Marcha del Orgullo Federal Antifascista y Antirracista de este sábado. Monseñor Marcelo Colombo, arzobispo católico de esa provincia y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) para el trienio 2024-2027 apoyó los dichos de la mencionada pastoral arquidiocesana ye expresó su preocupación ante los discursos de odio hacia las minorías.
– El comunicado emitido por el Arzobispado de Mendoza llamó la atención. ¿A qué lo atribuye?
– En primer lugar, se trata de un comunicado de la Pastoral de la Diversidad que en Mendoza viene actuando desde hace más de tres años, acompañando a distintos hombres y mujeres que manifiestan su pertenencia a la Iglesia y su deseo de ser acompañados en sus itinerarios personales. Y en este sentido, con un compromiso manifiesto con esta realidad, la Pastoral de la Diversidad ha hecho esta manifestación. Naturalmente, lo primero que quiero destacar de ese comunicado es una invitación a la tolerancia, al construir a pesar de las diferencias, o sobre todo aprovechando de las diferencias, poder sumar consensos para una vida social digna donde se tengan en cuenta las personas.
– Históricamente la Iglesia se ha mantenido un poco al margen de este tipo de manifestaciones. ¿Por qué ahora manifiesta un apoyo explícito? ¿Está en la misma línea de la impronta del Papa Francisco?
– Desde hace más de tres años que tenemos esta pastoral que viene inscribiéndose en un camino creciente de compromiso con acompañar a todas las personas en su proyecto de vida. Como Iglesia no vamos a dejar a nadie al margen. Hay una invitación a hacer de la Iglesia la casa de todos.
No podríamos hacerlo con personas excluidas, hay que pensar las manifestaciones de tantos otros colectivos que están preocupados, por ejemplo, el tema de los migrantes, el tema de la discusión sobre la ecología, la cuestión de la discusión sobre el rol del Estado, el rol del mercado, una mirada muy sesgada y peyorativa sobre lo que es la justicia social.
Una preocupación que deja el texto son las desmesuras de algunas afirmaciones que se están dando en todo el mundo, pero que aparecen fundamentalmente en algunos discursos locales preocupándonos porque hay logros de la humanidad que se dieron a partir del consenso. Lo que significa acompañar la discapacidad de las personas, acompañar las situaciones de pobreza extrema, la fragilidad de tantos que no tienen desde dónde comenzar, el desconocimiento de que somos un país nacido de la migración y que entonces para nosotros la migración forma parte de un ADN nacional. No vemos a los migrantes como hordas peligrosas sino como hermanos y hermanas que vienen a integrarse en muchos trabajos y menesteres. Se trata de valorar, y esto sin perjuicio de leyes que regulen bien la migración, de leyes que regulen bien el trabajo, evitar situaciones de trata, evitar situaciones que pongan a las personas en los bordes de la esclavitud o de la ilegalidad. Pero desde una mirada humanista que es propia del ADN argentino.
– ¿Usted en este sentido ve que se ha retrocedido un poco en esos derechos?
– En principio estamos escuchando discursos. Vemos en algún caso a nivel internacional de deportaciones. Evidentemente hay una escalada conceptual y nos toca adelantarnos como país diciendo lo que pensamos. Esto es lo que somos, esto es lo que queremos y en ese caso no ser ingenuos, decir las cosas a tiempo para evitar después llorar sobre situaciones que nos parecen que son de una gran injusticia.
En este momento hay cosas que son conceptuales pero hay otras que se perciben como la situación de los jubilados o de tantos otros sectores que se han visto perjudicados. Hay también un problema que nosotros vemos que tiene que ver con las personas en situación de calle. La pastoral de la calle en Mendoza tiene más de 10 años y con una presencia continua del día a día, recibiendo muchas personas que están creciendo en números que son abrumadores. Mendoza es un ícono, el país es lo mismo, o sea, uno va a Buenos Aires y es sorprendente la cantidad de gente. Nosotros no tenemos esas cantidades de población todavía, pero tenemos sí un crecimiento numérico muy importante de esto.
Tenemos que ver qué hacemos con esas personas, y no estamos hablando ni siquiera de los migrantes, son personas nacidas y crecidas en Argentina que no tienen futuro, que no tienen oficio, que no tienen acceso, entonces qué hacemos…
Nos toca como sociedad construir desde nuestra identidad, en este caso una identidad que se ha forjado con el aporte de los migrantes, entre otros sectores construir en la tolerancia y construir sabiendo que las diferencias nos enriquecen, no nos empobrecen. En todo caso lo que se trata es de respetar y valorar al otro como otro y no quererlo censurar a priori de conocer su pensamiento y mucho menos después por lo que piensa agraviarlo o excluirlo.
– La Iglesia católica se corrió de algunas discusiones coyunturales y el último tiempo volvió a involucrarse teniendo un rol activo. ¿A qué se debe?
– La Iglesia comunica, participa y se expresa. Si ustedes van a los archivos van a ver que hay varios comunicados de la Iglesia de Mendoza donde hemos tenido distintos pronunciamientos. Hay un compromiso con la realidad, nosotros nos damos cuenta que hay que mejorar, que hay cosas que nos duelen de nuestro propio actuar, que tenemos que trabajar más, que profundizar nuestro compromiso con los más pobres, es parte del ADN de la Iglesia y parte de los valores del evangelio que Jesús nos está siempre enseñando y nosotros no podemos corrernos de ese lugar.
– En las redes sociales, la televisión y los medios, vemos discursos violentos que generan más violencia en las personas que quizás piensan o se sienten más identificadas con una ideología política. ¿Usted considera que esto puede ser peligroso a nivel social?
– Lo importante de nuestra parte es avisar e invitar al diálogo. Nos toca decir con tiempo cosas que pueden ser mejoradas. Es una misión pastoral de la iglesia. Las recetas políticas no nos tocan a nosotros, las cuestiones técnicas no son nuestra especialidad, pero sí cuando se debate en temas de dignidad humana, de justicia social… tan vapuleada la palabra justicia social en algunos discursos cuando sabemos que es una respuesta de toda la sociedad frente a la fragilidad de sus miembros y no es una monstruosidad o una aberración como se dice. Al contrario, es una sociedad equilibrada, una sociedad justa, no puede sustraerse de atender a los más pobres que la integran.
– Dentro de la misma iglesia hay algunos sectores que son más ortodoxos. ¿Cómo toman este tipo de declaraciones?
– Yo reclamo el valor de la palabra ortodoxa para los que se comprometen con los pobres y con cada persona. La palabra ortodoxia hay que vincularla a eso y no a un rigor dogmático que pueda dejar afuera la comprensión de la realidad. Jesús es un hombre con ojos atentos a los pobres, a los necesitados y a las personas que están en la mala. Y Jesús es el ortodoxo porque es la palabra verdadera pura. Entonces, esa es la medida. Por eso la palabra ortodoxia no la atribuiría cuando hay una rigidez o cuando hay una comprensión de las personas pobres que tenga prejuicios o con distancia o indiferencia.
Básicamente creo que insistiría en esta misión que tenemos los bautizados en la iglesia de hacer conocer la riqueza del pensamiento cristiano y del valor de ser cristiano para construir una sociedad. Como parte de la sociedad a la Iglesia le toca también siempre ofrecer estos espacios de servicio como Caritas, la Pastoral de la Casa y la Pastoral de la Diversidad sin la pretensión de ser la única voz en un tema, pero sobre todo no queriendo soslayar su rol y su misión. (MDZ)