Furor por Barbie: cómo el éxito de la película sacó a la luz la fiebre de los coleccionistas

Furor por Barbie: cómo el éxito de la película sacó a la luz la fiebre de los coleccionistas

Con más de un millón de espectadores registrados a menos de una semana de su estreno, la película “Barbie” dirigida por Greta Gerwig, tuvo el arranque más taquillero desde 2019 en los cines argentinos, alineándose con un fenómeno global que dio un impulso a la exhibición de variantes de la célebre muñeca en museos, como la colección “18 mil Barbies” de la alemana Bettina Dorfmann, y también arrojó luz sobre la enorme comunidad coleccionista de este juguete de la industria Mattel que despertó fanatismo desde sus inicios, como el de la argentina María de los Ángeles Rojas, que ya lleva atesorados unos 300 ejemplares.

“Barbie fue creada para ser consumida, no sólo por unos cuantos, sino por todo el mundo (…) es la pieza definitiva de arte popular”, sostiene M.G. Lord en su libro «Forever Barbie: The Unauthorized Biography of a Real Doll», una suerte de biografía no autorizada de la muñeca que aún no fue publicada en castellano.

La cita tiene correlato exacto en la actualidad, en la que los cines estallan de público ansioso por conocer cómo la muñeca concreta su salto a la pantalla grande y no solo eso: según datos de la empresa fabricante, cada tres segundos se vende una muñeca Barbie y, como toda obra de arte, también se colecciona y se exhibe.

La alemana Bettina Dorfmann, de 62 años, es una mujer apasionada de las Barbies y, con una colección de 18.000 muñecas, figura en el libro de los récords Guinness desde 2017. Con el lanzamiento de la producción de “Barbie”, protagonizada por Margot Robbie y Ryan Gosling, el interés por su muestra aumentó.

«De niña, siempre jugué a la Barbie. Cuando saqué mis muñecas para mi hija, no las quería porque eran demasiado anticuadas para su gusto. Así es como empecé a coleccionarlas», explica Dorfmann a AFP sobre cómo comenzó su oficio.

Pasaron 28 años desde que la coleccionista comenzó a ofrecer su colección a centros comerciales y espacios de arte, como al Museo Ratingen, donde se expone su «tesoro» por estos días.

Con el mismo entusiasmo de una niña que recibe por primera vez una Barbie, ligado también al éxito de la película, en estos días se vio incrementada la demanda de sus catálogos, en los que ofrece tanto las muñecas como su vestimenta.

Fiel al objeto que la conmueve, Dorfmann vio la película dos veces y le pareció “genial”, según cuenta.

En línea con la trama del filme, en la que la muñeca protagonista comienza a presentar síntomas atípicos de una Barbie como levantarse desaliñada, tener malhumor o los pies planos, la coleccionista cuenta que tiene “una clínica de Barbie” y señala que “reparar una muñeca puede costar desde 10 euros hasta 500 o 600 euros si se trata de un modelo raro».

Dorfmann no es la única inmersa en el “Barbie Land” coleccionista. Son cientos las personas en distintas partes del mundo que comparten su fanatismo en redes sociales y han desempolvado sus muñecas para exhibirlas como obras de arte. Su peso es tal que desde Mattel reconocieron que una parte fundamental del legado de esta muñeca se debe a los coleccionistas y celebran el valor que otorgan a la marca.

En Argentina, María de los Ángeles Rojas, habitante de la provincia de Salta, tiene una colección de más de 300 Barbies.

María Ángeles es traductora de portugués y estudiante avanzada de Recursos Humanos y su amor por Barbie viene de familia, ya que su padre también era coleccionista de juguetes y fue quien le regaló su primera Barbie, cuando tenía tres años, una versión cóctel que ella imaginaba como una periodista y presentadora de TV.

La mujer fue la encargada de organizar la Expo Barbie 60 años, alojada en el Centro Cultural América de la capital salteña, que se convirtió en el primer evento en Argentina que contó la evolución de la muñeca a lo largo de seis décadas.

María Ángeles también fue invitada a la muestra “Sueño de Juguetes”, organizada por la Secretaría de Cultura de la provincia donde expuso “Barbie” y “Mi Pequeño Pony”, de fabricación nacional.

La coleccionista asegura que le interesa difundir la cultura y el arte que hay detrás de Barbie, así como el mensaje de empoderamiento femenino que transmite.

Las Barbies que atesora Rojas remiten a diferentes épocas, países y profesiones. Algunas las conserva desde su infancia, otras las compró por internet o en viajes, y otras las recibió como regalos.

Su colección incluye Barbies clásicas, vintage, modernas, étnicas, temáticas y especiales. Algunas están en sus cajas originales sin abrir, otras están fuera para poder admirarlas mejor. Ella dice que cada Barbie tiene una historia y una personalidad propia, y que cada una de ellas significa “innumerables oportunidades de ficcionalización”.

«La Barbie que había salido de fábrica bailarina podía colgar el tutú y mutar en una guerrera que encabezaba la revolución en un reino mágico, en una hechicera poderosa y trashumante, en una emprendedora que junto a su hermana menor se ponían a hacer tartas, tortas, sándwiches y pizzas de plastilina -o de Mikit, las perlitas maravillosas-, una villana obsesionada por su juventud y belleza perdidas, una científica preocupada por la teratogénesis del nuevo milenio”, describe la coleccionista, quien actualmente está comprando la tercera generación de «las Barbie Look».

Aunque su colección es abultada, Rojas no parece dispuesta a detener su afán coleccionista y cuenta que seguirá recolectando muñecas. Además, confiesa que este hobby la hace muy feliz, ya que le permite expresarse, crear, aprender y divertirse.

«Coleccionar es lúdico: se vende, se revende, se restaura, se completa, se puja en remates, se ‘presume’ por tener objetos ‘hard to find’ (difíciles de encontrar) y se gana el reconocimiento de los pares», dice.

Barbie, un sentimiento con horizonte latino

@_Barbie_lover_ spain es una coleccionista española con alrededor de 450 muñecas que exhibe en su cuenta de Instagram. Desde México, «@barbiecoleccionista» lleva reunidas alrededor de 200 barbies, mientras que «@barbiecollectorpy» de Paraguay, tiene más de 400 muñecas, en las que se destacan las Barbies producidas en los años 80s y 90s y tiene un especial interés por las de pelo largo. También el coleccionismo barbie pisa fuerte en Colombia con @barbielovercolombia que tiene un total de 700 muñecas.

Hace unos meses, de cara al estreno de “Barbie”, se realizó en La Paz (Bolivia) una exposición integrada por tres mil “Barbies del altiplano”.

La iniciativa, impulsada también por coleccionistas, buscó mostrar cómo la famosa muñeca estadounidense era capaz de portar elementos de la cultura local. De esta manera, las muñecas llevaron polleras y trajes típicos de la región, vestuarios multicolores de danzas como la morenada o la diablada, o cabellos oscuros con trenzas. También participó el muñeco Ken sirviendo platillos típicos de la gastronomía local y hasta un cuadrilátero con cholitas luchadoras.

Aunque existe la línea “Barbies del mundo» de la empresa fabricante que desarrolló una variedad de muñecas de distintos países, la coleccionista boliviana, Yesenia Pérez Acebey sostuvo recientemente en diálogo con Télam que «lamentablemente al día de hoy Mattel no realizó una Barbie boliviana», y acotó: «Es así que vistiendo a esta muñeca con trajes típicos de nuestro país, anhelamos exista una Barbie que nos represente y, con orgullo, mostrar nuestra cultura».

Mientras todavía se espera una «Barbie» que represente a Bolivia, la superproducción fue estimulada por una ola de marketing rosa por parte del grupo de juguetes Mattel, que lanzó la primera Barbie en 1959, pero este furor rosa no quedó encapsulado en la industria cinematográfica sino que tiñó e hizo resplandecer el trabajo de los coleccionistas.

En sintonía, por estos días en las salas de cine, la mayoría de las personas llevan al menos una prenda en tonos rosados en honor al cariño surgido en la infancia hacia estos juguetes.

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