Monseñor García Cuerva, en su primer homilia como arzobispo porteño: «Cuenten conmigo para lograr una presencia inteligente del Estado en favor de los sectores más vulnerables y excluidos”
El nuevo arzobispo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Jorge Ignacio García Cuerva, llamó hoy a «no fomentar la profundización de la grieta» y pidió «hacernos cargo y no mirar para otro lado» ante «una realidad económica y social que duele y congela el alma», durante la misa de inicio de su ministerio pastoral en la ciudad que se desarrolló en la Plaza de Mayo, de la que participó el presidente Alberto Fernández, parte de su gabinete, dirigentes políticos y de diferentes ámbitos.
El flamante arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge García Cuerva, exhortó a la comunidad porteña a “levantar los techos” que no permiten soñar con una Ciudad más inclusiva y alentó a trabajar en equipo y levantando del camino a quienes están paralizados por la desesperanza. También expresó la necesidad de “no fomentar la profundización de la grieta” a la que, dijo, prefiere llamar herida, porque “duele y sangra en las entrañas del pueblo”.
Fue durante la homilía de la misa desde el atrio de la catedral metropolitana del inicio de su ministerio pastoral en esta jurisdicción eclesiástica concelebrada por el arzobispo emérito de Buenos Aires, cardenal Mario Poli; el nuncio apostólico, Miroslaw Adamczyk, los cardenales electos Víctor Fernández (La Plata); Ángel Rossi SJ (Córdoba); Luis Dri (capuchino); los obispos auxiliares porteños, los prelados de la provincia eclesiástica de Buenos Aires, un importante número de obispos de varias diócesis del país y más de un centenar de sacerdotes del clero porteño.
Gracias Francisco y mensaje a las autoridades
Al agradecerle al Papa Francisco, monseñor García Cuerda contó que el pontífice lo llamó esta mañana y que le digo que “les mandaba un gran saludo a todos”, lo que suscitó el aplauso de la comunidad presente en la misa.
Y prosiguió: “Gracias por su cariño paternal y su confianza; por sus consejos. En los días más difíciles, me llamaba y me decía: ‘Dios es más grande. No pierdas la paz y no pierdas el buen humor’. Gracias Francisco por animarnos a soñar en grande, por proponernos en ser una Iglesia, que primerea, que se involucra y que acompaña. Una Iglesia pobres para los pobres”.
Dirigiéndose a las autoridades presentes, entre ellas el presidente Alberto Fernández, el arzobispo expresó: “Creo firmemente en el trabajo artículado, en el diálogo y en la búsqueda de consensos y acuerdos. Cuenten conmigo para lograr una presencia inteligente del Estado en favor de los sectores más vulnerables y excluidos”.
Techos, grietas y esperanzas
En la homilía, fundamentada en el pasaje del evangélico en que cuatro hombres de Cafarnaún traen a un paralítico en una camilla, para que Jesús lo viera, monseñor García Cuerva afirmó que para hacer lugar para uno más “se necesitaba creatividad y audacia” y puso como ejemplo aquella que se hace evidente “en las mesas familiares haciendo lugar para el que llega de sorpresa, o en los comedores comunitarios en tiempos de pandemia cuando se recibía a todos para que llevaran un plato de comida caliente a sus casas”.
“Incluso recuerdo cuando siendo sacerdote en una villa, aunque los pasillos se iban angostando, aunque se vivía el hacinamiento y la precarización de la vivienda, siempre podía haber un pequeño espacio para alguien más. Este, creo es el desafío de todos: que nuestro corazón sea como el de esos cuatros hombres deseosos de hacer lugar para un hermano más”, sostuvo sobre la base del texto evangélico.
“Que hermoso es dejarnos ungir por esta palabra y poder soñar una Iglesia arquidiocesana y una ciudad con lugar para todos, aunque seamos muchos, aunque haya más gente que en aquella casa de Cafarnaúm”, puntualizó, y profundizó: “Lugar para todos en el corazón, lugar para todos en nuestras comunidades; y también lugar para todos en la ciudad, sin excluidos, forjando la cultura del encuentro frente a la cultura del descarte y la indiferencia”.
El arzobispo porteño recordó que hay una canción, que se llama La Mesa, de los hermanos Carabajal, que expresa hermosamente todo esto: “Yo quisiera que en mi mesa nadie se sienta extranjero, que sea la mesa de todos, territorio del encuentro. Que sea mesa de domingo mesa vestida de fiesta donde canten mis amigos esperanzas y tristezas”.
“Como aquellos hombres del Evangelio, hoy estamos llamados a reconocer que, entre nosotros, hay personas, familias, amigos que están sufriendo; que se sienten lastimadas en su esperanza: las familias que siguen llorando a los más de 16.000 fallecidos por covid en la ciudad; los ancianos abandonados o dejados de lado; quienes sufren adicciones, violencia en todas sus formas, angustia y pánico; quienes viven en situación de calle o en viviendas precarias, o tantos y tantas que, desvelados, hacen ‘malabares’ buscando llegar a fin de mes”, graficó.
En definitiva, quienes ya no tienen ganas de seguir; paralizados en sus sueños, golpeados por una realidad económica y social que duele y que congela el alma. Hacernos cargo, no mirar para otro lado, porque como dijo el papa Benedicto XVI: ‘el amor al prójimo es un camino para encontrar también a Dios, y cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte también en ciegos ante Dios’”, añadió.
Monseñor García Cuerva consideró que “frente a una realidad tan compleja, donde la impotencia parece tener la última palabra y el ‘sálvese quien pueda’ puede volverse un canto de sirenas, el evangelio nos regala un canto aún más esperanzador: nadie puede cargar solo al paralítico, nadie tiene sólo las respuestas; es necesario, aprender a encontrarnos y reconocer que somos una comunidad”.
“Como esos cuatro hombres que tienen claro que cada uno de ellos solos, por más inteligencia, buena voluntad, virtudes o intuiciones que tengan, no podrían hacer mucho”, reconoció, y prosiguió: “Tienen claro que su objetivo es ayudar al paralítico a encontrarse con Jesús; y, para lograrlo, reconocen la necesidad de dejar los personalismos de lado ‘generando consensos y buscando acuerdos’ que permitan a la creatividad y a la audacia abrir nuevos caminos. Son enemigos del ‘no se puede’ porque hicieron experiencia de que juntos, encontrándose, reconociéndose y sin necesidad de cancelar sus diferencias, nacía una nueva comunión capaz de levantar los techos invisibles que el conformismo tantas veces impone”.
Y advirtió: “No podemos darnos el lujo de seguir alimentando la fragmentación en lugar de la esperanza. ¡Cuánta necesidad tiene nuestra ciudad, nuestra sociedad, nuestra Iglesia diocesana de ver esas manos tan distintas sosteniendo juntas esa camilla que reclama esperanza!”.
“La fe de estos hombres, se concretizó en ese gesto de querer trabajar juntos, y despertó un mensaje profético para el Cafarnaúm de aquel tiempo y para el Buenos Aires de hoy”, estimó.
Monseñor García Cuerva consideró que se necesita de “una fuerte conmoción del Espíritu Santo que nos sacuda, nos desinstale, nos cargue de alegría y nos apasione. Es él quién puede ayudarnos a curar la parálisis de no poder soñar y trabajar con otros por un país más justo y fraterno; la parálisis de la intolerancia y la descalificación que no nos deja caminar al encuentro del otro, que, aunque piense o sea distinto, merece todo mi respeto y consideración”.
“La parálisis de no darnos cuenta que tantas veces somos paralíticos. Y hablando de parálisis, aquí aparecen otros personajes en el texto evangélico: los escribas. Me sorprende su pasividad, critican desde la tribuna, no se juegan; ni siquiera hablan de frente. Una gran tentación que estamos invitados a ‘vigilar’”, continuó, y puntualizó: “La tentación de sentarnos sobre nuestros prejuicios, sobre la superficialidad del poder, la tentación de apoltronarnos en nuestro orgullo y soberbia. Quizás nuestras piernas tienen movilidad, pero personal y comunitariamente debemos ayudarnos para que el corazón no se endurezca, no se vuelva entumecido olvidando lo importante: la alegría del paralítico por recibir el perdón de Jesús”.
El arzobispo sostuvo que para sentirse parte y hacerse eco de esta alegría, “es primordial cuidarnos de la sutil atracción de las confabulaciones, del aparente regocijo del desprestigio del otro, de la tentación nefasta de hablar y calumniar por detrás; y mucho menos de aquellos que se animan a jugarse la vida y hacer algo por los demás”.
“No seamos, como esos escribas, que descalifican a Jesús, (recordemos que lo acusan de blasfemo); no fomentemos la profundización de la grieta, a la que, me escucharán siempre decir que prefiero llamar herida porque duele y sangra en las entrañas del pueblo”, pidió en medio de los aplausos.
Monseñor García Cuerva invitó también a que, entre todos, “levantemos el techo del ‘no se puede’; levantemos el techo del ‘siempre se hizo así’, el techo de la indiferencia y la resignación… levantemos los techos que no nos permiten soñar y que han oscurecido e imposibilitado el horizonte de tantos de nuestros jóvenes”.
“Hagámoslo caminando juntos, de manera sinodal, como en la eucaristía de hoy. De mi parte, al inicio de esta misión, quiero comprometerme a trabajar en equipo con los obispos auxiliares y vicarios. Trabajar en equipo especialmente con los sacerdotes; trabajar en equipo con las religiosas y religiosos, trabajar en conjunto con los laicos y laicas, con los distintos actores que forman parte de nuestra arquidiócesis”, propuso.
“Entonces, dejemos que, hoy y siempre, nos renueve en la misión. Vale la pena levantar todos los techos, como lo hicieron aquellos hombres que, tal como aconsejaba la primera lectura, no apartaron su rostro del pobre, se dejaron conmover y se jugaron la vida”, añadió.
Nosotros también nos queremos seguir jugando la vida por la Buena Noticia de Jesús; ¡entonces no le tengamos miedo al futuro!, ¡Atrevámonos a soñar a lo grande!, que el chiquitaje no nos gane, y no nos consolemos con vuelos rastreros. Volemos alto y, como nos dice nuestro querido Papa Francisco, soñemos en grande”, concluyó.
Autoridades políticas y referentes de los credos
Estuvieron presentes el presidente Alberto Fernández; la gobernadora de Santa Cruz, Alicia Kirchner; la ministra de Desarrollo Social, Victoria Tolosa Paz; la ministra de Trabajo, Kelly Olmos; el canciller Santiago Cafiero; el secretario de Culto, Guillermo Oliveri; el ministro de Gobierno de la Ciudad, Jorge Macri; la ministra de Educación porteña, Soledad Acuña; y el director general de Entidades y Cultos porteños; Federico Pugliese, entre otros funcionarios y legisladores.
También participaron el presidente de Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina, pastor Christian Hooft; el pastor Tomás Mackey, presidente de la Alianza Mundial Bautista; pastor Norberto Saracco, de iglesia evangélica Buenas Nuevas; y el evangélico Marcelo Figueroa, director de la edición argentina de L’ Osservatore Romano, entre otros referentes de los credos.
La transmisión completa de la ceremonia se puede ver aquí. (AICA)