Por Pablo Martínez Carignano (*) @pmcarignano.- Cada 5 de octubre se celebra el Día del Camino y de la Educación Vial, en conmemoración al Primer Congreso Panamericano de Carreteras, que tuvo lugar en la ciudad de Buenos Aires en 1925. A casi 100 años de aquella fecha fundacional, la reflexión acerca de cómo estamos hoy y de cómo queremos estar en lo que respecta a la manera en que convivimos en el espacio público resulta de central relevancia.
La primera pregunta que debemos hacernos es de qué hablamos cuando hablamos del tránsito. ¿Hablamos de rutas, autos, camiones, motos, bicicletas, leyes, policías, multas? También, pero no es solamente eso: el tránsito es, por sobre todas las cosas y antes que la sumatoria de estos y otros elementos, interacción social. La forma en la que nos movemos es una construcción cultural que se transmite de generación en generación y que en nuestro país en muchos casos no es saludable ni respetuosa, pero que puede ser modificada para bien si trabajamos entre todos.
En los últimos años, la seguridad vial viene tomando un lugar cada vez más prioritario en la agenda pública de nuestro país, tanto a nivel nacional como provincial y local. Falta muchísimo por hacer, está claro, pero hay decisiones que van por el camino correcto. Una de ellas es apostar a la Educación Vial como eje para el cambio cultural. Decirlo es fácil, implementarlo no, por eso no se ha avanzado seriamente en este camino pese a la multiplicidad de leyes que obligan a su enseñanza desde hace tiempo.
En un país federal, en el que la política educativa es en gran medida potestad provincial, no es posible imponer un esquema desde Buenos Aires, chasquear los dedos y ordenar su ejecución en Ushuaia y en La Quiaca. No funciona así, es mucho más difícil que eso. Hay que sumar al Ministerio de Educación de la Nación, hay que pedirle al Consejo Federal de Educación que incluya la educación vial en su estrategia, hay que celebrar acuerdos con cada ministerio provincial, hay que capacitar a los docentes de todo el país y reconocer su esfuerzo mediante puntaje para sus carreras, hay que elaborar y entregar materiales, hay que, hay que, hay que por mil. Todo esto es lo que la Agencia Nacional de Seguridad Vial está llevando adelante de manera articulada con cada uno de los organismos y estamentos mencionados y por eso, y pese a la pandemia, terminaremos 2021 con 20 mil docentes argentinos capacitados. Y mejor aún, el año que viene la educación vial comenzará a impartirse regularmente en las aulas.
Por supuesto, milagros no hay. Va a llevar mucho tiempo hacer andar la maquinaria al ritmo que todos queremos. Pero no hay alternativa: una charla de una ONG, por más bienintencionada que sea, un spot de una empresa o un discurso emotivo de un famoso no mueven la aguja. El cambio está en las escuelas y colegios, con maestras, maestros, profesoras y profesores enseñando que una buena persona será un mejor conductor. Se maneja como se vive, por ahí pasa la cosa.
(*) Director ejecutivo de la Agencia Nacional de Seguridad Vial (ANSV).
Nota de opinión publicada en Agencia Télam el 5 de octubre de 2021.