Una joven tejedora quebradeña unificó a doce artesanas, creó una marca y comercializa piezas únicas
Una joven de 26 años nacida en la localidad jujeña de Huacalera heredó los conocimientos de las manos artesanales de sus padres para realizar tejidos de piezas únicas, lo que la llevó a unificar el trabajo cooperativo entre artesanas de esa región ubicada en la Quebrada de Humahuaca e impulsar una marca para la comercialización de prendas textiles.
Las artesanas aprovechan las bondades de la fibra de llama como principal materia prima.
Celeste Valero, creadora de la marca identitaria «Qenqo», explicó a Télam que se trata de un emprendimiento de auténticas creaciones textiles, que hace alusión al «sic sac» (un punto del tejido), además de representar «un camino ancestral».
Desde 2016, la propuesta fue «aunar a las artesanas, darles lugar y ayudarlas en el perfeccionamiento técnico valorando sus conocimientos» sostuvo la joven al rescatar los saberes heredados de sus padres, Martin Valero y Lucrecia Cruz, iniciadores de la propuesta.
«Formo parte de una cuarta generación de tejedoras, tanto mis abuelos maternos como paternos eran artesanos», recordó Valero al referirse al legado que la llevó a recuperar antiquísimas herramientas y telares que aún, dijo, «seguimos utilizando».
«En mi se despertó la pasión por realizar un reconocimiento a mis ancestros», manifestó, al explicar que practica «técnicas tradicionales» a las que le sumó la organización «en la comercialización y la exhibición de las prendas».
De la cooperativa también forman parte Lucrecia Cruz, Elida Velásquez, Irma Cruz, Noemí Valero, Sabina Cruz, Mirta Torres, Bernarda Martínez, Nora Ríos, Beronica Cruz, Lina Ríos, Lucrecia Cruz, Martín Valero y Mario Martínez que realizan un trabajo comunitario.
Se trasladan desde las localidades de Maimará, Tilcara, Yacoraite y La Quiaca hasta Huacalera donde emplazaron sus talleres y la única tienda de artesanías textiles de la comunidad.
Las artesanas aprovechan las bondades de la fibra de llama como principal materia prima, seguida de la lana de oveja, de las cuales se obtienen los hilos para luego avanzar en innovadores diseños de indumentaria.
Desde la Quebrada de Humahuaca realizan tejidos en telar de pedales, otros utilizando la técnica de telar de cintura, además de tejidos en punto, de dos agujas y diseños bordados.
Ponchos, alforjas, morrales, chuspas, entre otros accesorios, además de una amplia diversidad de prendas de vestir para hombres, mujeres, niños y niñas, que son las piezas más requeridas.
La joven recordó que para convertirse en tejedora dedicó tiempo a la capacitación y reseñó: «mi madre fue mi maestra principal y luego empecé a transmitir esos conocimientos a mujeres mayores que yo y tuve la posibilidad de recorrer comunidades de la Quebrada y Puna».
Desandar días enteros en las alturas de la provincia no fue una dificultad para la artesana, quien detalló que el perfeccionamiento de su técnica implicó «tejer con dos agujas y en telares con pedales».
«Siempre voy con el objetivo personal de que las tejedoras no pierdan la técnica de cintura y he encontrado muchas personas que todavía la conservan», enfatizó al referirse a las hilanderas que permanecen en parajes como Lagunillas del Farallón, Cusi Cusi, Paicone, Yavi, Ciénega de Paicone, Caspalá, Santa Ana, entre otros sitios alejados de los centros urbanos.
Esas experiencias se presentan como «una forma de compartir y aprender de una manera diferente», explicó Valero en relación a los encuentros en las casas de las mujeres o centros comunitarios rurales que le permitieron a su vez empezar a conformar un registro propio de tejedoras jujeñas.
«Ser mujer en la actualidad y estar dirigiendo el emprendimiento demuestra que no tuve ninguna limitación, de hecho me sirvió para entender a otras mujeres», afirmó.
Sobre ese punto señaló que las mayores dificultades se encuentran en «la parte emocional y de la vida de cada persona de esta región».
Por eso, «mi objetivo es que las artesanas sean autónomas y puedan desarrollar sus propios emprendimientos», auguró.
Ponchos, alforjas, morrales, chuspas, entre otros accesorios, además de una amplia diversidad de prendas de vestir.
«El tejido es una práctica ancestral, no solo es un trabajo que realizamos, sino que es una conexión con la tierra, la cultura, en un equilibrio artesanal y natural», definió.
Celeste defendió la idea de «no olvidar las raíces, las técnicas propias que se mantienen a través del tiempo» porque, afirmó, «son propias y no se pueden confundir con productos sencillos y de otros lugares o industriales».
Los productos realizados por las artesanas se pueden adquirir en la única tienda de artesanías textil de la localidad de Huacalera, ubicada a la vera de la ruta 9 y a unos 100 kilómetros al norte de la capital jujeña.
La marca Qenqo también se encuentra en diversas plataformas digitales y redes sociales como Facebook e Instagram, para que las personas que quieran adquirir los productos puedan ver la multiplicidad de opciones a la venta.
Huacalera, con una población de un millar de personas, es un pueblo de la Quebrada de Humahuaca ubicado a 2.641 metros sobre el nivel del mar y que, entre decenas de construcciones coloniales, cuenta con un monolito triangular con un reloj de sol que recuerda que por allí pasa el Trópico de Capricornio.