Medio siglo sin Janis Joplin: el desgarrado alarido que estremeció al «verano del amor»
Como un inexorable final acorde a su tumultosa vida, el 4 de octubre de 1970 moría a los 27 años, por una sobredosis de heroína, Janis Joplin, la artista que convulsionó la era del hippismo con su visceral voz exponiendo los tormentos internos que atravesaban su vida.
En una especie de gran catarsis, la intérprete de clásicos como «Cry baby» y «Me and Bobby McGee», entre otros, fue capaz de expresar de manera inconfundible con sus desgarrados alaridos, el dolor y el deseo como un fiel reflejo de la propia existencia de la artista, marcada por la discriminación y la soledad.
«Cuando canto es como si le hiciera el amor a 25.000 personas, pero luego me voy a mi casa y estoy sola», lamentó alguna vez la intérprete, que también buscaba exorcizar sus demonios internos con un hedonista estilo de vida, que incluía alcohol, drogas y una desenfrenada actividad sexual.
Justamente, esas acciones la convirtieron en un símbolo femenino de la llamada «revolución del amor» que llevaban adelante los hippies, en ese breve lapso entre 1967 y 1969 en que la juventud pareció marcar el pulso de la vida social mundial.
Con una breve pero fulgurante carrera, que incluyó tres discos junto a distintos grupos y uno póstumo como solista, y actuaciones memorables en los icónicos festivales de Monterey, de 1967, y el de Woodstock, de 1969, Janis Joplin simbolizó por todo esto un modelo de mujer nuevo para el rock.
En tal sentido, su figura resultaba novedosa en una industria en donde la presencia femenina se había repartido entre los abnegados espíritus torturados del jazz, el blues y el góspel; las condescendientes integrantes de los llamados «grupos de chicas» y el compromiso político representado en Joan Baez.
A pedido de Télam, cinco músicas de distintas generaciones y estilos dentro del rock recordaron a esta artista que encontró en el blues y en la movida hippie de San Francisco, la válvula de escape –aunque más tarde, también su sentencia de muerte- al bullying sufrido en su Texas natal.
Janis Joplin, figura central del rock durante el hippismo.
Claudia Puyó: «Janis es como una condena (risa). Desde que soy chiquita me comparaban con ella, aunque lo único que tuve en mi infancia de ella fue un simple que traía `Cry baby´. Como me comparaban siempre, empecé a comprar sus discos para ver de qué se trataba y ahí pude apreciar su música, porque yo era más de seguir a las cantantes negras hasta entonces. Es una cantante apasionada, con una voz extraordinaria, con armónicos como si fueran dos voces en una. Lamentablemente, vivió muy poco tiempo para darnos más cosas maravillosas. Una cantante con el poder del apasionamiento como pocas cantantes blancas en la historia del rock. Sus referentes eran Etta James y Bessie Smith, ambas negras, o sea que tenía mucha influencia por ese lado. Admiro profundamente a la Joplin, fue una pérdida terrible y esa voz única en el mundo se distingue entre todas. Su discografía es breve pero interesantísima y su versión de `Summertime´ es de las más desgarradoras que escuché en mi vida».
Lula Bertoldi: «La figura de Janis es para mí, sobre todo, avasallante. Fue un ícono, no solo musical sino tambien en cuanto a su personalidad. Y lo más loco es que fue una mujer súper maltratada y bastardeada por sus parejas, por sus colegas. Pero arriba del escenario se notaba que lo dejaba todo, sus dolores, sus tristezas. Su música era alegría y descontrol, pero también era catarsis. Incluso, esos descontroles tenían que ver con sus penurias y la búsqueda constante de amor y aprobación. Ser mujer, tener esa voz y esa actitud en esa época…¡Mamita, qué desafio! La admiro y siempre la admiraré mucho por su coraje».
Isabel de Sebastián: «La primera vez (y quizás la única) que me presenté a un casting fue a los 21 años, era para una ópera rock cuya música la iba a dirigir Miguel Zavaleta. Recuerdo que entre las elegidas quedamos Fabi (Cantilo) y yo. Elegí una canción de Janis, «Mercedes Benz», porque era a capella en el original y porque solía cantarla desde los 15 años. Era la primera artista de rock mujer que había conocido, aún no había llegado al góspel que en realidad le había dado origen al rock, ni a la sofisticación armónica y melódica de Joni Mitchell. Janis encajaba perfecto con mi momento adolescente. Era cruda, rebelde, hippie y desafiante. No podía comprender cómo se podía cantar así, como un río furioso y libre. Su voz de ‘piedras rodantes’, de aullido primal, me acompañó mucho en esos tiempos, que también coincidieron con la dictadura militar. Quizás lo que más me queda de su imagen es su eterna y enorme sonrisa, bajo la cual posiblemente ocultaba mucho dolor».
Su vida acabó tempranamente producto de los excesos y la heroína.
Mariana Bianchini: «Lo primero que me viene a la mente cuando pienso en ella es la frase `mirá lo que me pasa, mirá lo que hiciste, mirá lo que soy´. Es decir, esa idea de no buscar llamar la atención en lo bien que canta o en escuchar su música, sino utilizar la música como excusa para interpretar las historias que cuenta. Como mujer en el rock es una figura indiscutible porque es una de las primeras que no piensa en ser prolija. Lo único que le importa es lo que le pasa. Se nota que no está actuando, que no está falseando, que está ahí en un cien por ciento, y eso es súper seductor en una artista»
Cristina Dall: «Realmente no recuerdo bien cuándo la vi por primera vez pero seguramente fue allá por los `60, en plena explosión del movimiento artístico generacional que nos atravesó a tantos. No he sido fan, no he escuchado su obra completa e incluso me alejé cuando la empecé a ver en remeras, llaveros y `comercios adheridos´. También me fastidié ante un `modelo´ que estaba arrasando con la voz de muchas chicas que querían cantar y, probablemente, terminar como ella. Fue recién hace un par de años, que asistí al inolvidable ciclo «Cine Hippie», que la volví a ver tan genuina, en ese trance vocal inimitable que debo confesar que caí en una especie de hipnosis. Una artista«.