Alergia a la proteína de la leche: síntomas y tratamientos
Se estima que la alergia a la proteína de la leche de vaca (APLV) afecta a 1 de cada 12 niños, lo que puede atentar severamente contra su calidad de vida, incluso desde los primeros meses. Consiste en una reacción alérgica desproporcionada frente al consumo de la leche de vaca o cualquiera de sus derivados; sus síntomas pueden aparecer, aunque infrecuentemente, en algunos bebés amamantados.
La familia debe estar atenta y consultar con su pediatra ante síntomas como reflujo, cólicos, erupciones cutáneas, diarrea, sangrado en materia fecal e incluso en aquellos casos en que la enfermedad no es detectada a tiempo, retraso en el crecimiento. Como no se dispone en primera instancia de métodos objetivos para su diagnóstico, es muy importante que tanto los padres como los pediatras estén atentos a este tipo de síntomas.
Si bien existen diversos tipos de APLV y se pueden presentar con distintos niveles de severidad, suele ser una condición que generalmente se resuelve por sí sola antes de los 3 años de vida del niño y en la mayoría de los casos. Sin embargo, durante la primera infancia, es necesario abordar la patología para que la salud y la calidad de vida del paciente mejoren, ya que -de lo contrario- se corre el riesgo de que exista una mala progresión de peso en el crecimiento, además de una afectación general en la calidad de vida del niño y de todo su entorno familiar.
“Las alergias alimentarias en general y la más frecuente, que es la alergia a la proteína de la leche de vaca, generan una gran ansiedad en todo el entorno familiar. En los padres, porque sienten temor ante la aparición de algunos síntomas que pueden ser severos, como la anafilaxia, que es el más grave e incluso conlleva riesgo de vida para el infante. Y en los niños, porque ven limitada la interacción con sus pares, sobre todos cuando ingresan en la vida escolar”, explicó Claudio Parisi, especialista en Alergia e Inmunología, ex presidente de la Asociación Argentina de Alergia e Inmunología Clínica (AAeIC).
“Los hijos de papás con alergias tienen mayor probabilidad de desarrollar alergias, entre ellas la APLV. Esto es porque los hijos heredan algunos genes de la mamá y otros del papá. Ellos heredan además genes que están presentes en las bacterias que les transfieren sus padres, las bacterias que los colonizan, principalmente aquellas que colonizan el intestino, que en su conjunto denominamos la microbiota intestinal, lo que conocíamos hasta ahora como flora intestinal”, refirió por su parte Gabriel Vinderola, doctor en Química, profesor de Microbiología de la Universidad Nacional del Litoral.
La microbiota intestinal
La microbiota intestinal es la responsable de “entrenar” al sistema inmunológico para que desarrolle lo que se llama la ‘tolerancia oral’, que consiste en no responder con una alergia a los alimentos que ingerimos. Sin embargo, si las bacterias que recibe el bebé no son las correctas, o son pocas o poco diversas, ese entrenamiento del sistema inmunológico intestinal es incompleto, falla, y responde con alergias a ciertos alimentos, entre ellos a las proteínas de la leche de vaca.
Son factores predisponentes de una microbiota deficiente la ausencia de lactancia materna, especialmente en lactantes nacidos por cesárea que no tuvieron el beneficio de “contaminarse” con bacterias buenas al transitar el canal vaginal durante el parto y el exceso de uso de antibióticos sin indicación médica, entre otros.
“En aquellos nacimientos por vía vaginal, el niño se nutre de las ‘bacterias buenas’ de la madre y que van a formar su propia microbiota; en contrapartida, nacer por cesárea (donde las primeras bacterias que colonizan al niño son las de la sala de parto), no recibir lactancia materna en forma exclusiva hasta los 6 meses de vida y el uso indebido de antibióticos, son factores que atentan contra la formación de una microbiota saludable”, afirmó Parisi.