Como todo final hubo fans que lo amaron y otros que lo criticaron. Anoche terminó Game of Thrones, la serie más grande jamás creada. Los creadores optaron por un camino más bien tibio, y lejos de buscar una de las sorpresas que habían transformado a GoT en una serie novedosa (como la muerte de Ned Stark, que fue el puntapié para la guerra que terminó anoche), tomaron el sendero rápido para solucionar el “problema de Daenerys”.
Lo mismo hicieron con el rey, ya que, tras una guerra que le costó la vida a cientos de miles de personas, simplemente eligieron a quien “tenía la mejor historia”. La historia de Bran es interesante, pero sin ir muy lejos, Jon tiene una historia que lo es aún más.
Lo más impactante sin dudas fue la muerte de Dany. Desde la llegada de Jon al salón del trono con Drogon cubierto de nieve hasta el momento en el que el dragón parece comprender que la ambición por el Trono de Hierro fue lo que al final le costó la vida a su ama, la escena casi justifica el capítulo entero.
Sacando a Daenerys, los demás personajes tuvieron los cierres que sus personalidades requerían. Tyrion volvió a ser mano del rey, algo que no le gusta pero le sienta bien. Jon partió al sur con su lobo -para alivio de todos los que lo habían odiado por no despedirse de él en el capítulo anterior- Tormund y los salvajes, luego de ser sentenciado a volver a la Guardia de la Noche. Sansa finalmente logró ser reina por mérito propio. Brienne recuperó algo de su dignidad tras el desliz del capítulo 4 en el que lloró por Jamie.
El cierre de Arya fue quizás el menos esperado: la jovencita decidió irse a explorar el mundo, un giro que dejó a todos preguntándose si no sería el disparador para otra serie. Esperemos que sí.