El grupo de astrónomos que maneja una red global de radiotelescopios llamada Event Horizon Telescope revelará las largamente esperadas fotos de un par de presuntos agujeros negros.
Uno de los objetos está situado en el centro de nuestra galaxia, la Vía Láctea, enterrado en esa profundidad interestelar de polvo y gas, y tiene una masa equivalente a 4,1 millones de soles que ha pasado al universo de lo invisible.
Según los cálculos del grupo de astrónomos, y si todo sale bien, uno o ambos agujeros negros debería aparecer como una pequeña sombra iluminada desde atrás por radiación del centro galáctico.
Podrían ser circulares, ovalados, o de cualquier otra forma: todo depende de si están rotando, de si las ecuaciones einstenianas que las describen están ligeramente erradas, o de si escupen flujos de energía, razón por la cual los cuásares parecen arrojar fuegos artificiales que son visibles por todo el universo.
En ese punto negro, los sueños de los físicos mueren, el tiempo se detiene, el espacio-tiempo, la materia y la luz se disuelven en esa nada primordial de la que provienen, y los espectros de Einstein y Hawking se funden con la historia y la memoria. Por primera vez, los astrónomos apoyarán el ojo en la mirilla de la eternidad.
Todo eso si efectivamente logran capturar la imagen de esos monstruos. El equipo de Event Horizon ha mantenido un silencio absoluto. Nadie sabe a ciencia cierta si alguno de esos agujeros negros ha sido fotografiado.
La semana pasada, al ser abordado en el Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian, el director de Event Horizon Telescope, Shep Doeleman, se mostró eufórico, pero cauto a la vez. «Estamos trabajando muy duramente para verificar por cuadruplicado todos los resultados», dijo Doeleman.