Durante un poco más de un año, Ana no quiso hablar públicamente, o tal vez sea más correcto decir que no pudo. “En un primer momento tenía que sanarme, cuando me sentí lo suficientemente fuerte para afrontar este proceso me empecé interiorizar en la parte judicial y decidí salir a hablar y que se me conozca” dijo en una entrevista con Media News. La joven de 27 años tiene el pelo largo y un mechón teñido de verde, llegó al estudio de su abogado con el termo debajo del brazo y el mate en la mano; en su mochila, atado a una de las correas, estaba el pañuelo verde.
Acompañada por su representante legal, Ana pide que se adelante el juicio. Ella tenía 25 años cuando fue atacada y piensa que va a tener 30 cuando se realice el debate oral, de mantenerse la fecha pautada. La joven aseguró que todos los días intenta mantener fresca la memoria de lo que vivió para no olvidarse detalles y poder describirlos el día de su declaración frente al Tribunal. “Desde el momento cero traté de mantenerme al margen para poder recuperarme, no es nada fácil seguir viviendo con todo esta carga hasta el juicio. Prefiero pasarlo ya y poder sacarme todas esas imágenes de encima que sé que van a seguir en el día a día, pero ahora trato de tenerlas bien gravadas y no olvidarlas para el día que me toque declarar. Supongo que una vez que eso suceda, voy a poder deshacerme de a poco de ciertos recuerdos”.
Emma y Ana se conocieron en abril de 2015 y desde ese momento, se hicieron inseparables. Ana trabajaba hacía dos años en una casa de comida rápida en el centro de La Plata, cuando ingresó Emma. “Un día, era la hora en la que nosotros comíamos y Emma se me acercó para preguntarme si yo iba a almorzar, así que fuimos juntas y desde ese momento nos hicimos muy amigas, no nos separamos más”, contó Anita (como le dicen sus amigos). “A veces no nos veíamos tanto porque ella después se puso de novia y estaba a full con la facu, estudiando y metiendo finales, pero siempre hablábamos”.
En julio de 2017 Emma Córdoba vivía sola en una casa que su familia tenía en 125, entre 5 y 6, en Ensenada. En realidad, su padre y hermanos estaban en Los Hornos y el domicilio de Punta Lara era una especie de casa de fin de semana hasta que, a principios de 2016, la joven estudiante decidió irse allí con su novio para evitar que usurparan el domicilio.
Sin embargo, hacia fines de mayo o principios de junio, Emma se separó y se quedó viviendo en Punta Lara. Anita, por su parte, estudiaba Magisterio, y según contó, a ella siempre le había costado más el estudio que a su amiga, por eso estudiaban juntas aunque no hacían la misma carrera. “Emma era re bocho y muy buena para el estudio, entonces a mí me ayudaba estudiar con ella” confesó Ana.
La noche del 8 de julio de 2017, Ana y Emma estaban en la casa de Punta Lara cuando un hombre ingresó al domicilio armado con un cuchillo y amenazándolas de muerte, abusó de ambas. Las jóvenes se resistieron e intentaron defenderse, pero el agresor apuñaló y mató a Emma, e hirió gravemente a Ana. Después, creyendo que ambas mujeres habían fallecido, el atacante intentó prender fuego la casa para borrar evidencias y se fue.
Sin embargo, no se fue muy lejos. El hombre era Ariel Osvaldo Andrés Báez, vecino del barrio, más precisamente de la casa contigua a la de la familia Córdoba. Gracias al testimonio de Ana, quien sobrevivió al brutal ataque, esa misma madrugada la policía bonaerense lo detuvo. El hombre estaba durmiendo en su hogar, junto a su pareja y su bebé. Dentro del domicilio se encontraron ropas con sangre y gran cantidad de estupefacientes.
El 21 de febrero de 2018, la fiscal Virginia Bravo pidió la elevación a juicio, y si bien el caso ya está asignado al Tribunal Oral Criminal V, la fecha para el debate oral fue fijada para abril de 2021, cuatro años después del delito. “Esta dilación trae aparejado un proceso de revictimización”, aseguró Jerónimo Guerrero Iraola, abogado de Ana Laura. “Los casos de violencia contra las mujeres tienen dos responsables: por un lado, un responsable directo al que la legislación penal le atribuye la pena frente a la constatación del delito, que en este caso, es el femicida Ariel Báez; y el segundo responsable es el Estado” afirmó el letrado, “cuando el Estado no cumple con sus obligaciones en materia de promoción y protección de derechos, lo que genera son múltiples vulneraciones”.
Por ello, el viernes 22 de marzo presentaron ante la Justicia un pedido formal para que el juicio por el femicidio de Ema Córdoba y el ataque a Ana Laura Gónzalez, se realice antes de la fecha para la que está pautada. “La primera vulneración está dada por la imposibilidad o incapacidad, hasta ahora demostrada, del Estado de prevenir estos casos y la segunda gran incapacidad que está demostrando es la dar un curso reparatorio a estos hechos, es decir la posibilidad de atravesar por un juicio dentro de marcos y plazos razonables”.
Por su parte, Ana contó que va a las marchas contra la violencia de género y que cada movilización a la que asiste le genera un encuentro de sensaciones mezcladas: “por un lado me llena de fuerza ver que Emma movilizó tanto, gente que era cercana y gente que no la conocía, pero por otro lado me da bronca tener que seguir haciendo marchas para que no haya más Emmas, o más Micaelas o más Lucías”. Sentada frente al escritorio del estudio de su abogado, la joven afirmó que “es indignante que tengamos que seguir explicando que nadie más es dueño de nuestras vidas, que tenemos derecho a salir a la calle sin miedo, a volver a nuestra casa a vestirnos como queremos o salir con quien queremos, lamentablemente parece que falta bastante”.“Emma quería trabajar como médica en el campo o en Médicos sin Fronteras, quería hacer tantas cosas, era alegre, risueña, bastante inocente, confiada, era música”, Ana se acuerda de su amiga y encuentra una manera de sonreír entre la bronca y el dolor. “Se que Emma hubiera salido adelante, como salió adelante de muchas cosas que la pasaron, creo que esa noche absorví su fuerza, sigo adelante en memoria a ella”.