Según el último informe de Unicef un 42% de los niños, niñas y adolescentes viven bajo la línea de pobreza. Se trata de 5 millones y medio de chicos y chicas. Por otra parte, un 8,6% vive en hogares que no alcanzan a cubrir la canasta básica de alimentos.
Esto se da, según señala el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, en un marco de baja en los niveles de crecimiento, depreciación de la moneda nacional, un incremento de la tasa de inflación, el desempleo y la caída de los salarios reales. Las familias con niños o adolescentes son las más vulnerables a estos avatares de la realidad.
En el informe, Unicef recopila una serie de testimonios que resultan descriptivos pero también espeluznantes. Un médico pediatra de un centro de salud municipal cuenta que “se incrementó la cantidad de familias que van a buscar comida a los basureros municipales, ellos saben el horario en el que va el camión a desechar los productos vencidos de los supermercados”.
A su vez, un referente de un banco de alimentos revela que “lo que se ve desde el año pasado es que volvieron a aparecer familias enteras en los comedores, algo que hace mucho no se veía”. Queda plasmada en estas páginas una contradicción fundamental: los niños y jóvenes son los que menos responsabilidad tienen en la actual situación que vive el país pero sin dudas son las principales víctimas.
El informe contrasta la realidad de fines de 2018 con lo relevado en 2017. Se advierte, por ejemplo, un cambio en las comidas de las familias ya que lo hogares de menos recursos cada vez más se vuelcan a la harina y los azúcares. También es frecuente que los adultos coman una sola vez por día para que los niños y adolescentes puedan alimentarse de mejor manera.
Otros datos recogidos por Unicef en merenderos y comedores comunitarios indican que cada vez más niños manifiestan sentir hambre, lo que lleva a trastornos del apetito y dolores de cabeza. Por otra parte se ven más casos de gastroenteritis, diarrea, afecciones respiratorias o dermatológicas, todos cuadros asociados a la búsqueda de restos en basurales.
La situación de la atención y el acceso a la salud también se ve deteriorada por el recorte del gasto público. Varios de los agentes sanitarios entrevistados por Unicef dicen estar colapsados y desprovistos de herramientas de intervención por el recorte en la cantidad de medicamentos, provisión de vacunas gratuitas, mantenimiento de los equipos e instrumental médico.