Por Mario Ruiz (*).-
«Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer y escribir, sino aquellos que no sepan aprender, desaprender y reaprender».
«El conocimiento es la fuente más democrática de poder»
Frases de AlvinToffler.
Degradación cultural, anomia política, desastre económico, corrupción generalizada. En un país inmensamente rico, 50 por ciento de pobres e indigentes. Este es el éxito de nuestra «clase dirigente» desde 1983. Casi 40 años de destrucción de los cimientos culturales de la Nación.
Más de 2500 civiles muertos en el Gran Buenos Aires en los últimos años y más de 50 agentes de seguridad asesinados a mansalva, grandes áreas geográficas fuera de control, villas atestadas de drogas, áreas rurales libradas al amparo de Dios, contaminación por cohecho, compra de voluntades de grandes sectores del estado y el clamor social pidiendo que alguien se haga cargo de la caótica situación socio-económica , no son más que el reflejo de una realidad cotidiana, que nos duele como argentinos. Este es el éxito de nuestra «clase dirigente» desde 1983. Casi 40 años de destrucción de los cimientos culturales de la Nación.
Los resultados están a la vista. Y, ¿por qué hemos llegado a esta situación terminal, escandalosa? Sencillamente porque nos han gobernado hombres mediocres. Transculturación e ideologías mediocres. Nuestros dirigentes no entienden la naturaleza de las cosas. Carecen del mínimo sentido común. La ideología mató a la política y los negocios bastardos al bien común. Pueden mirar, pero no ven. Pueden apreciar, pero no sienten.
El narcotráfico, la corrupción y la violencia consecuente, ha debilitado al estado en todos sus planos, feudalizando a sus Instituciones. Los casos, en América Latina, son abrumadores. México (con más de 140.000 muertos) Bolivia, Perú, Colombia, Venezuela, Brasil, Paraguay, Ecuador. Miles de muertos, áreas geográficas sin soberanía estatal, violencia, corrupción generalizada, falta de inversión, desocupación, pobreza, hambre y desnutrición.
Solamente con un sano y sólido estado, Argentina podría haber quedado al margen de ésta realidad. Pero nuestras Instituciones están destruidas, malversadas y decadentes, gracias a hombres mediocres que han optado por hacer ideología barata, extemporánea y superflua, por resentimiento o por ignorancia. El eje de la maniobra del crimen organizado se realiza a través de tres vertientes operativas: el acceso a las redes de poder, el capital y la violencia.
El narcoterrorismo en América Latina ha utilizado estas vías de modo similar en todos los países. Siempre en forma planificada, a fin de controlar y dominar a los poderes políticos de turno. Mientras tanto, nuestros mediocres dirigentes creen que el problema de la seguridad está en comprar más patrulleros, cámaras y sacar en 6 meses oficiales de policía que sólo disparan un par de tiros, sin la más mínima capacitación intelectual y fundamentalmente espiritual. Todo comentario parece obvio ante el propio drama sin sentido, ante tanta sangre vertida a diario en nuestras calles, de gente inocente.
Nuestros gobernantes, carentes de la idoneidad exigida por la Constitución, (hemos tenido Ministros de Defensa médicos y Ministros de Seguridad antropólogos) no parecen entender la gravedad de la situación que nos aplasta. La paz de la Nación está en riesgo y sus únicas preocupaciones están circunscriptas al marco de una ideología extemporánea y de sus seguidores, que siempre divide, corrompe, debilita y nunca aglutina, nunca construye.
La salvaje lucha facciosa dentro del partido gobernante, no hace más que agravar la ya de por sí penosa realidad de millones de argentinos que contemplan atónitos y asombrados las ridículas contradicciones que a diario nos regalan las máximas autoridades de nuestra decadente Argentina. El Gran Buenos Aires y otras zonas del país, se han convertido, por obra y gracia de la «corrupción política y de sus dirigencia», en una gigantesca área geográfica donde sobreviven penosamente millones de personas, sin estado. Allí ninguna Institución cumple su rol básico. ¿Esperaremos llegar al estado terminal mexicano para tomar alguna medida coherente y responsable?
De no mediar la inmediata instrumentación de una estrategia de seguridad nacional y de un planeamiento estratégico integral, que abarque a todos los factores del poder nacional: político, económico, psico-social, militar y tecnológico, la situación será insostenible. Y el estado fallido una dramática realidad. El drama de la guerra civil o «guerra social» será el paradigma del conflicto en siglo XXI, en nuestra región. Debemos evitarlo. Hemos vivido gran parte de nuestra historia en guerra interna, nos hemos desangrado inútilmente y no hemos aprendido de nuestra historia.
Aprendamos de la dramática experiencia de nuestros hermanos iberoamericanos y entendamos el proceso civilizatorio en curso. Desde hace medio siglo viven ensangrentados por el terrorismo ideológico y las drogas, tratando de encontrar una salida realista a la guerra civil. El año pasado el presidente colombiano solicitó a los mandatarios de América Latina que efectivicen concretamente su rechazo al narcoterrorismo, en todas sus manifestaciones. Obtuvo muy pocas respuestas. Algunos de sus vecinos y otros más lejanos, están ocupados, no están, no contestan.
Están tratando de recrear el sueño de una Internacional Socialista Latinoamericana, junto a los herederos de Fidel y a espaldas de sus mandantes, Foro de San Pablo mediante. Y lo que está en juego son los valores de nuestra constitución de 1853. Es decir, La Libertad como principio rector de toda la sociedad. En las calles de nuestro país se percibe, tristeza, pesadumbre, desesperanza, fastidio, bronca.
La violencia reemplazó al trabajo genuino y la dádiva planera al esfuerzo constructivo. El delito y la desintegración social son denominador común. En los últimos tiempos los máximos responsables de la seguridad pública en el gobierno Nacional y especialmente en Rosario admitieron abiertamente su propia derrota: «Con nuestros medios no podemos controlar la situación». El auxilio de una fuerza federal es la manifestación más acabada de la pérdida de poder de esas «administraciones» provinciales, sólo por tomar dos ejemplos.
Los miembros de las policías de Rosario no fueron capaces de encauzar la situación. No tuvieron, ni tienen una doctrina de seguridad actualizada para enfrentar al crimen organizado ni sus nefastas consecuencias. Ayer y hoy carecen de «voluntad política» para alcanzarlos ni los conocimientos adecuados tomando la experiencia internacional. No hay objetivos a corto, mediano y largo plazo, no hay liderazgo, equipos idóneos, cohesión espiritual de las fuerzas, sistema judicial acorde a los tiempos que corren donde la tecnología acelera el ritmo del tiempo, y por ende la toma de decisiones.
No hay ni hubo respaldo político, ni judicial, ni mediático, al accionar integral de fuerza. Todo se hace por reacción y extemporáneamente. Todo es parcial, secundario y superficial. Todo está en manos de mediocres. Y los resultados están a la vista. La profunda y añeja crisis cultural, se tornó política, y por ende económico y social. La mediocridad reemplazó al mérito, expreso anhelo presidencial. Nuestro pueblo viene siendo «derrotado» diariamente por un mensaje perverso, burdo y falaz.
En nuestro querido País se debe reflotar la búsqueda de:
· Recuperación de la identidad. (La cultura – la ética).
· Recuperación de las Instituciones. (El estado, en todos sus niveles).
· Recapacitación de la masa laboral activa. (La dignidad y el trabajo y la innovación).
· Recuperación de la Educación, en todos sus niveles. (Formación espiritual).
· Recuperación de la Instrucción. (Destrezas productivas competitivas posindustriales)
· Dirección y presencia de la Virtud, en los todos medios de comunicación. (Opinión pública)
Mientras se socorre, en lo inmediato, a los sumergidos sociales, se deben seleccionar los líderes locales para alcanzar los objetivos futuros, con un relevo generacional.
La recuperación de las virtudes fundacionales de nuestra nacionalidad, la recta conducta y el esfuerzo, deben acompañar a la asistencia humanitaria, a la educación y a la instrucción del conjunto social, sin excepción. La virtud debe reemplazar al egoísmo.
La acción es difícil y plagada de conflictos. Debemos confiar en los argentinos, pues en el pasado ya han demostrado capacidad de reacción ante la adversidad. Entendemos que muy probablemente hayamos alcanzado o estemos muy cerca de «el punto culminante de reversión», señalado por Luttwak.
El progreso sustentable solo será posible si recuperamos un cimiento cultural sólido. Se lograrán así las instituciones necesarias para avanzar sostenidamente. Habremos comprendido cuál es la nueva forma de asegurar a nuestros ideales e intereses y de producir con la última generación de medios. Contamos con las personas y los insumos para hacerlo. Carecemos de la organización solidaria de los talentosos y de la aceptación de la ejemplaridad de los virtuosos.
«El progreso es imposible sin cambio y detrás de todo cambio subsiste un conflicto»
Del análisis de la situación actual en nuestra querida Argentina se observa que si nuestra dirigencia ideologizada no percibe la naturaleza y el ritmo de esos cambios civilizatorios, tenemos una crisis dirigencial y consecuentemente una crisis generalizada, que se origina en las universidades. Cunas de avanzadas juveniles ideologizadas, desarraigadas y posmodernas. En consecuencia, una mayoría de nuestras elites intelectuales se transculturizan y son extemporáneas. Viven en el ayer. Pierden su identidad y buscan su bienestar, con lo cual todos perdemos el bien vivir.
El origen etimológico del término «crisis», es griego y podría traducirse como «cambio» o «decisión». El sentido lato que le damos hoy -en las Ciencias Sociales- es descriptivo de «un sentido situacional peligroso, que exigiría tomar fuertes decisiones para recuperar una normalidad». Como respuesta a esta probabilidad, los Estados Modernos han organizado sus mecanismos de «prevención, control y conducción de crisis». Los Estados anticuados y burocratizados -como lo es el nuestro- pueden sentir -en un momento dado- la gravedad de no contar con la información o los medios que exige un hecho sorpresivo de crisis, como lo vivimos en 1959 o en 1982 que, si hoy se repitieran, sus consecuencias serían aún mucho más graves-.
Violencia y violar reconocen una misma etimología. Para el sociólogo Wright Mills, «el poder es -en esencia- violencia». En el ámbito de la sociedad posmoderna muchos conceptos se han desdibujado, contribuyendo a una incertidumbre generalizada y a la erosión identitaria. De este modo el concepto de conflicto se ha ampliado, conteniendo a de los nuevos conflictos y como resultado de la pérdida de poder de los Estados, que no siempre ostentan el monopolio de la violencia/fuerza -como lo estamos viendo en el caso del Grupo Wagner en Rusia-. Es la evolución que dio origen a las Guerras de 4ta. Generación.
Los conflictos del siglo XXI son complejos, diversificados, fragmentados. Se han multiplicado sus formas y sus actores y se difuminan las fronteras entre sus diversas tipologías. Veamos el conflicto actual en Jujuy: hay insurgencia, sedición, violencia étnica, confesional, comunitaria, criminal transfronteriza e ideológica.
Aparece una «zona gris» entre lo interno y lo externo, los negocios y la política, lo estratégico y lo delictivo o lo público y lo privado y su consecuencia es la presente situación de inestabilidad. La legitimidad, la legalidad y la moralidad configuran un espacio difuso, de contornos inciertos y con un núcleo común. La perfección moral pone en riesgo a la seguridad frente al conflicto y la búsqueda constante de soluciones -ante esta dinámica evolución- crea nuevos conceptos y nuevas organizaciones, sin solución de continuidad.
(*) Licenciado y Analista en Seguridad con pos grado de «Especialista en Políticas Públicas»- Profesor adjunto de las Materias Planeamiento para la Seguridad y Teoría de la Decisión de la Carrera de Licenciatura en Seguridad en la Universidad Católica La Plata.
Nota de opinión de 29 de agosto de 2023 exclusiva para Cadena BA y Media News.